MIEDO A LA REALIDAD
Y así es como empezó un verano caluroso, mis mejillas se sonrojaban al contacto de aquellas mañanas infinitas de luz. Los días parecían ser iguales, cuando el sol entraba por mi ventana y atravesaba mis cortinas como una espada filuda. Qué hermoso era apreciar aquel sol abrazador, que daba vida a los arboles y a los pajarillos que despertaban cantando muy temprano. La gente sonreía, los seres queridos se reunían entre besos y abrazos parecía una fiesta, y la única causa era ese imponente sol y en aquel momento olvidaban la temporada fría llena de soledad. Mientras todos emitían luz, el sol, los animales, las plantas, y aquel brillo de felicidad de aquellas personas que me rodeaban a mi me invadía un sentimiento amargo, acaso se trata de la envidia, porque yo no lograba ni siquiera sentirme bien y estaba cada vez mas lejos de la felicidad. Era como si estuviera perdida en un túnel, era como si el frio no se hubiera ido, y que aquel sol abrazador resplandeciente ni siquiera me había toca